“Cuando me enteré, casi no pude decir palabra sobre su muerte, señor
Pastoriza. No sé muy bien por qué. Aunque supongo que siempre me ocurre eso con
las cosas que me lastiman. No puedo nombrarlas mientras me duelen, o mientras
me duelen mucho, o mientras son un dolor nuevo y desconocido, un dolor que
busca su sitio en el cementerio de tristezas que todos tenemos en algún lugar
del alma.
Pero al mismo tiempo supe, desde el momento mismo que me enteré,
temprano en la mañana, mientras escuchaba la radio al afeitarme, que iba a
tener que escribirle estas líneas, u otras como éstas, señor. Eso también es
algo que me ocurre con las cosas que me duelen. Se me traban en la lengua pero
se me destraban en palabras, cuando las escribo. Aunque con la muerte nunca sea
sencillo. Siempre es más difícil con la muerte, señor Pastoriza”.
E. Sacheri
La muerte es parte de la vida. Es
su final, su límite, su destino inevitable.
Y duele.
Duele la impotencia de un futuro
truncado.
Duele la ausencia actual y la por
venir.
Siento bronca y me dan ganas de
gritar “La concha de su madre”. Puteada políticamente incorrecta pero tan tan
irremplazable que me veo obligada a usarla igual (nunca una “n” estuvo tan bien
puesta en una palabra y eso, claro, lo entenderías).
No termino de aceptarlo de
verdad. Lo siento absurdo.
El dolor y la tristeza no me
dejan encontrar las palabras (a veces simplemente no las hay) y no me gusta no
poder y tampoco me gustan los límites que inmovilizan y es entonces que veo (me
doy cuenta en realidad) que su tamaño es inversamente proporcional a la alegría
y la felicidad vivida, esa que queda incrustada en el cuerpo y en el alma.
Te lloro viejo pero también me
sonrío con vos y voy a hacerlo cada vez que te recuerde.
Voy a sonreír cada vez que
escuche nombrar a algún “Paco”, que vea un dibujo del viejo Breccia, que mire las
Fierro en la biblioteca y el índice obse que armaste, que lea un cuento de
Bradbury o a alguien “se le ocurra” halagar a Tolkien.
Voy a sonreír cada vez que
escuche una armónica sonar o algún disco de Pappo o de la Mississippi o de B.B.
King o de Zeppelin o de los Stones o a un negro cantando en patas y con una
guitarra hecha mierda después de trabajar en un algodonal, algún blues de verdad.
Voy a sonreír cuando coma unas
alitas de pollo picantes o amase pan o fría una milanesa (porque al horno serán
muy sanas pero sabemos con certeza que no le llegan a los talones a las de
“verdad”) o ahueque papas para llenarlas con roquefort y meterlas al horno. Voy
a reír cuando Jaz vuelva a pedir un omelette de salame y queso o se emocione
con una empanada cuyo relleno incluye, fundamentalmente, cantimpalo. Voy a sonreír todas las veces
que vea jamón crudo.
Voy a reír cada vez que recuerde
los abrazos que me diste, las veces que me dijiste ¡Grande Juli, ese es mi
pollo! o ¡Está buenísimo, Juli! después de escuchar algo que te leía.
Voy a sonreír cada vez que sienta
olor a madera, a aserrín y recuerde los distintos talleres en los que jugamos y
vea los muebles que aún tengo e hiciste con tus manos.
Voy a reír cuando se me venga la
imagen de la sonrisa de tus ojos (ese gesto tan tuyo y tan lindo), tu
movimiento de piernas al bailar o al tratar de recuperarte, tu tozudez, tus
obsesiones, tu letra prolija.
Voy a sonreír cuando te recordemos con Jaz y Manu.
Voy a sonreír cuando vuelva a escuchar a Flor leyendo en voz alta o cuando cuente los fideos ricos que le cocinabas o cuando Mulder busque una pelotita. Cuando Gra presente su tesis y te la dedique.
Voy a reír cuando me acuerde de
tu risa, de las carcajadas que estallaban cuando se juntaban con el tío Manolo.
Esas carcajadas que incluían a su vez tantos secretos, tantos caminos
recorridos juntos que no eran más que la evidencia de una amistad tan profunda
y cómplice. El Tío Mila también me va a ayudar con eso.
Voy a reír cuando me cruce con
alguien y me cuente algo sobre vos que no sabía.
Hubo un día que elegí para
despedirme aunque ese día no fue el último en que te vi. Y te dije pocas
palabras que significaban mucho. Te dije: Me alegra que seas mi papá. Era lo
más importante que tenía para decirte.
No fuiste un papá de los que se
podrían categorizarse bajo el rubro “convencional”. Entonces van algunos de los
motivos, expuestos así como si fueran fotitos u objetos que se llevan a un
altar que se puede visitar cuando la tristeza llega y no deja que me mueva.
Te quiero todo lo que se pueda
querer. Ahora sé, entiendo un poco más sobre el amor. Así que gracias también
por eso.
Vas a estar siempre conmigo
porque sos una parte de mí, que se va y que se queda en todas las cosas que
compartimos, que me enseñaste, que vivimos. Una vida que es de todos los
colores, con matices, imperfecta y por eso, verdadera.
En este día y cada día celebro tu vida, viejo, por lo que
hiciste con ella. Y para eso comparto estos pedacitos de “cosas” que encontré por ahí aunque debo decir que faltan muchísimos más.
El Túnel
El Culebrón
Filo y una anécdota oculta en la
itinerancia por la estación de Villa Ballester
Recital Cátulo Castillo y el
Profesor Bertold que no aparece ¿Dónde estaba? Habrá que esperar hasta el
minuto 19 para saberlo.
Recital en el CC Ricardo Rojas y
una poesía profunda para el Carnaval ahí por el minuto 4
Las letras de Berago Blues Experience (no encuentro la música…)
“Es curiosa
la memoria,
Un pantano de
momentos
Que disuelve
las historias
Y las pule a
voluntad
Una mezcla
transitoria
De mentiras y
verdad”.
De “Una estación de amor”
Las noticias como una forma de enterarnos lo que ocurre en el mundo
Mi preferido: Hay lugar
Blusito de Norber
Por último, este tema y este abrazo, que siempre van a ser tuyos.
te quiero Juli! te quiero Norberto!
ResponderEliminar=)
ResponderEliminarInfonada !!! Es muy bueno! Muy ja me encanta juli
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