miércoles, 26 de febrero de 2014

Redondeando

“Te prefiero igual, internacional”, Fuegos de Oktubre.

Tengo muchos recuerdos de la música a lo largo de mi historia y de las muchas músicas y letras, siempre hay algunas que se incrustan como partes, bien adentro, algo así como constitutivas, a las que siempre poder volver para encontrarse.

Eso representan para mí Los Redondos, los que en su largo nombre son Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota y que recuerdo haber escuchado por primera vez a los 10 u 11 años cuando pasaban sus temas por la Rock & Pop y yo solo tenía un cassette de Sui Generis. El disco que sonaba era Un baion para el ojo idiota y esa canción que hablaba de una Vaca Cubana me gustaba mucho sin saber por qué. 

Cuando tuve 15 o 16 los fui a ver por primera vez a la cancha de Huracán y puedo asegurar que sentí plena felicidad y que varias veces cerré los ojos para sentir solo la música que estaba siendo, a pesar de los apretujones, las tocadas de culo y los aplastamientos. Recuerdo que, de pronto, una zapatilla se perdió en la multitud y que gritamos para encontrarla y que una vez que lo hicimos junto a otros muchos desconocidos amigos nos abrazamos armando la ronda para que nuestra Cenicienta de Topper pudiera ponérsela y volviéramos todos a saltar otra vez, hermanados.

Pero la historia es incompleta sin mencionar la presencia policial que hubo antes y después en años de gatillo fácil, razzias que dejaban a muchos pibes con las esperanzas de llegar al recital, y un Walter Bulacio de por medio al que siempre y cada vez íbamos a recordar. 

Y a pesar de eso, sabiendo todo eso, todos queríamos volver porque volver también era una forma de decir que acá estamos a pesar de los palos, los gases y las balas de goma. Y, a veces, también la pasamos mal. 

Fue ese día supe que era parte de ese sentimiento, de ese movimiento que nos unía a todos en el canto y el pogo y que ellos y su música eran una parte de mí y de muchos otros también.


Los discos de Palladium y Stud Free Pub con temas inéditos que uno de mis primos grabó en cassette para que conociera todo lo que había circulando, el saxo que me invitó a soplar (y del cual increíblemente salió un sonido) y que él había decidido tocar porque Sergio Dawi así se lo dijo con la mirada en un recital.

Todos los rock que bailé con mis dos compañeras de ese baile a lo largo de las décadas y con las cuales el bailar siempre viene con el cantar y la emoción de haber saltado juntas en esos recitales, y en la vida.

La remera negra y vieja en la que pinté con letras violetas Violencia es Mentir de un lado y Vivir solo cuesta Vida del otro, la frase que escribí en colores en la pieza de la adolescencia “fijate de qué lado de la mecha te encontrás, con tanto humo el bello fiero fuego no se ve” junto a los pósters del Indio cantando con su bigote y otra de la banda completa en un banco de alguna plaza. 

Las canciones que cantamos un sábado, en grupo, sentados en distintas partes del bondi, copando los asientos de atrás y del medio mientras íbamos quien sabe a dónde.

El “Omar, hay un acople” que muchos sabemos de memoria y decimos riendo porque antecede a las geniales frases de esa canción “si empiezo a desconfiar de mi suerte, estoy perdido pues tengo ideas cada vez menos atrevidas”, “tu bolsillo es más profundo que su gracia y calcular tu oración puede llevarle la vida a un corazón que no puede cumplir más promesas ya”.

Los recitales en la cancha de Huracán, en los estadios de Mar del Plata, la primera vez de Villa María, en el Monumental, en la cancha de Colón en Santa Fé, en la de Racing y el último de todos en el Chateau Carreras de Córdoba capital aquel fatal 2001. Las travesías para llegar hasta allá, los micros, trenes, autos, combis que copamos. La policía, siempre.

Las bengalas rojas y las banderas agitadas en el mar de gente más lindo del mundo en un anfiteatro colmado en la noche de Villa María, cantando, saltando y bailando por todas las cosas que tenemos ondeando en el corazón.

El grito “vamo´ loco que somos todos redondos” como código para evitar la cagada o desubicación de alguien que andaba por ahí.

La guerra de barro en la cancha de Colón, como bálsamo tras la corrida de la policía. El ignoto que me agarró de los pelos para cuidarme de la estampida y del que no recuerdo ni sé si vi su cara.  

Las miles de cuadras que caminamos al salir del Cilindro de Avellaneda y la vista a ese puente en el que solo había multitudes.

El dibujo de Oktubre que copié y pinté en la espalda del guardapolvo, en las que un tipo rompía cadenas.

El rojo y el negro.

El sonido del inicio de Luzbelito y las Sirenas.

Todas las frases que me acompañan en la vida.

El gris y el naranja.

El diablo y los perros, repetidas veces.

El tema que un día eligieron para bailar y cantar, como un regalo.


Elegir es muy difícil pero en un esfuerzo infrahumano y autoimpuesto seleccioné cuatro temas de cada disco porque claro está que sino los elegiría a todos. 

Va la lista que, espero, disfruten tanto como yo.

¡Salud! El infierno está encantador esta noche.

domingo, 16 de febrero de 2014

Saludos

El saludo es el inicio y el fin de algo: un pasaje hacia una conversación, un encuentro, un desencuentro, una compra, un viaje, una relación. Dice muchas cosas acerca de nosotros mismos, de la situación y del vínculo que establecemos con quien nos estamos cruzando. Por eso existen tonos, palabras y gestos múltiples para encararlos.

Empecemos por el gestual, saludo geográficamente distante. 

Brazo al aire. 

Si la mano bambolea de un lado a otro con ritmo y se acompaña de una sonrisa y de ojos pseudo achinados es indicativo de felicidad y, probablemente, de un deseo de acortamiento de la distancia. También puede ser utilizado con falsedad, ocultando de este modo los reales sentimientos hacia el ser saludado.

Brazo alzado con mano sin movimiento que rápidamente baja, indica lo contrario: nos vimos, nos conocemos, nos saludamos porque es un DEBER civilizatorio pero si las miradas no se hubieran cruzado… hubiéramos preferido hacernos claramente los boludos. Una variante para estas emociones es la pera alzada con cejas arqueadas (el que juega al truco sabe). Su amigo parlante podría ser el quehacé desganado, sin ninguna intención de que sea respondida la pregunta.

De mano, dedos quebrados en la segunda falange que cierran y abren. Saludo algo amistoso en situación donde no es posible saludar de otra manera y donde no existe oportunidad para la salutación.

De mano abierta que se mueve de un lado a otro. Utilizada mayormente al subirse a un medio de transporte, ventanilla mediante.

De mano que se mueve dando un giro, entrecerrada, como circular. Solo apto cuando se saluda a un bebé.
Físicos. Solo pueden realizarse a corta distancia y en contacto con otro ser humano.

De beso. 

En el cachete pueden ser medidos, sopapa, babeantes, simulados (solo se tocan las mejillas entre sí, puede ser con sonoridad de beso o sin ella), los hay con amor y esos, generalmente, incluyen algún toqueteo, los hay cerca de la boca pronunciando algún deseo futuro y bien lejos de ella, casi en la oreja. Estos pueden deberse a la torpeza, al pudor o a la descoordinación.

En la boca pueden ser picos cortos, aburridos o rutinarios, picos con unos segundos de más (lo justo para sentir los otros labios que tocan y gustan), desesperados, boquiabiertos. Solo aptos para relaciones amorosas o sexuales aunque algunos de ellos son dados por padres a hijos como signo de amorqueparamigustosepasaunpoco. 

De abrazo. 

El abrazo siempre indica afecto o amor. Nunca se abraza a alguien no querido. Se abraza a amigos, conocidos con posibilidad de ser amigos, familia y parejas. Pueden ser con todo el cuerpo, cortos o largos dependiendo de la cantidad de afecto que se quiera o se está dispuesto a demostrar. Un encuentro inesperado puede ser motivo de un abrazo pero también uno esperado. Implica cierta entrega y es uno de mis preferidos. 

Hay saludos… 

Deseantes del orden: Hola, ¿Todo bien? ¿Todo tranqui? (tranqui????????, en serio: tranqui???, what the fuck!) Y en esta línea el más militarizado ¿Todo en orden? 

Filiales: Qué hacé vieja-o. Es preciso aclarar también que este saludo adoptó un sentido diferente de la mano de seres con flequillo, enterito de jean y zapatillas topper blancas.   

Confianzudos: ¿Cómo andás, negri? Generalmente se le dice a alguien que no es tan amigo pretendiendo que lo fuera y a la enunciación solo le cabe el tono agudo. Otra posibilidad es que te caiga RE-BIEN pero no acuerdes su nombre. Puede estar acompañado por una mano que toca el hombro. Como sea, definitivamente, no lo uso.

Vegetarianos. Solo se pueden dirigir a personas con las que se tiene mucha confianza y respecto de las cuales quedar como pelotuda, no importa o que, sin pudor, emitís sin poder evitar, quedando efectivamente como pelotuda.

¿Qué acelga? Preferentemente, quien quiera hacer uso de este saludo deberá alargar el sonido de la l hasta llevarlo a un qué acelllllllllllllga. Maravilloso. Imposible decirlo sin sonrisa.

Otro más reciente y puesto de moda en las redes sociales, se impone. Estamos hablando del nefasto “chauchis”. Si se escribe en mayúsculas es claramente peor, mirá: CHAUCHISSSSSSSSSSSSSS; diminutivo irrespetuoso del consabido “chaucha” que tan bien le hace al mundo. La contracara para la bienvenida es el holisssssssss, vocablo emitido por vedettes, chicas que visten de rosa, optimistas irremediables y maestras jardineras (estas últimas a causa del uso intensivo de diminutivos para todos los ámbitos de la vida).

Pulcros. “Qué talco” nos transporta de manera inmediata a la Argentina de los años 20 o 30, tiñendo el saludo de sombrero tanguero a destiempo.  En este caso, solo puede ser emitido con sonido ronco y grave. Ojo, también lo puede decir quien quiera hacerse pasar por gente de onda. Warning.

Optimista. “Buenas” es la versión acortada y laica del “buena y santas”. Puede tener un origen telúrico y estar acompañado del uso de alpargatas por parte del hablante.

Bilingües. Acá lo más importante es que esté mal dicho. Es más divertido si está mal escrito. Jelou, Jau ar iu, es mi preferido entre todos. 

Que se escriben pero no se dicen. Saludos es un indicativo de distancia pero también puede ser utilizado como sinónimo de unas reprimidas ganas de mandarte al carajo. Cariños también se escribe pero no se dice porque para eso existen los abrazos. 

Es así, fijate, saludar no es una boludez.

Dejo entonces un video que viene al caso.


lunes, 10 de febrero de 2014

Personalmente

A veces, es mejor usar las palabras de otros...

Deja que ruede, como el aire entre las hojas, 
todo es oro todo es sal 
que llegará el día, que no quemen sus recuerdos, que se apagará el dolor. 

Personalmente creo, que todo esto es una locura 
Personalmente creo, que todo esto es una locura 

Cómo es la vida, cuántas veces en el cielo, cuántas veces en la oscuridad 
que sólo es el tiempo, el que llevará tu vida, a donde quiere que estés.

Personalmente creo, que todo esto es una locura 
Personalmente creo, que todo esto es una locura

Deja, sigamos remontando vuelo,deja la luz siempre atraviesa el bosque 
después es sólo un recuerdo, después todo pasará 
Deja que ruede,llegará el día, la locura...la locura


Las Pelotas
Despierta
2009

domingo, 2 de febrero de 2014

Una tarde

Cerrar los ojos.

Escuchar el mar.

Sentir el sol que pega en la parte que la sombrilla no alcanza. De golpe miro:

chiquitos bronceados y en sunga corren tras su papá que en el agua espera,
otros conversan
o leen
o escuchan música contemplando el horizonte
o se asan para quedar bronceados
o duermen para expiar una noche larga
o trabajan y algunos de ellos también se divierten.

Los que trabajan, de vez en cuando paran, van al mar. Uno se hace milanesa con la ropa puesta y ríe. Nunca se sacan el sombrero. Miran la tele, piden prestado un baño, comen un peixe o toman una cerveza antes de volver a convecer o seducir con sus queijos asados, sus vestidos, sus artesanías, sus panes rellenos, sus anteojos de sol o sus falsos tatuajes.

El sol se expande en mi cuerpo. Sigo escuchando el sonido y ahora veo a personas jugando en el mar, con las olas, usando tablas, gomas o sus propios cuerpos.

Cierro los ojos y respiro. Dejo que el aire me pegue en la cara y le gane a estas ganas de decir. Y punto.

Tipo qué

¿Qué dirá la boca de ese hombre que no para?
¿Tanto tendrá para contar?
Le toca la tuca en la ronda soleada. De vez en cuando, un trago de birra lo para pero sigue a un ritmo acelerado.
No hay conversaciones sin dos pero tampoco monólogos sin público.
Si el faso se acaba, se renueva para ser compartido.
La mano y los brazos tatuados acompañan el gesto, el ritmo, que nada tiene que ver con la paz que lo rodea y que sea, tal vez, lo que lo enloquezca.