lunes, 8 de agosto de 2016

Fuego

Agarró el encendedor. Podría haber usado la cajita de fósforos o el magiclick pero no. Agarró el encendedor y presionando la rueda con el dedo pulgar hizo nacer primero la chispa y después la llama que prendió la hornalla.
  
Le gustaba mirar el fuego unos segundos antes de apoyarle encima lo que fuera. Disfrutaba contemplando sus azules, sus rojos, sus naranjas y sus escondidos amarillos. Colores en movimiento, llameantes, calientes, peligrosos, vivos.  Sobre todo vivos.

Le reconfortaba saber (aunque no siempre lo pensara) todo el trabajo humano que ese simple acto encerraba. Las pruebas, los errores y los aciertos. Los aprendizajes. Una chispa y una llama habrían dado origen a los primeros fuegos intencionados, después domesticados, manipulados, conscientes. Fuegos de ronda, de unidad, protectores, iluminadores. Fuegos de separación, ahuyentadores, defensores del peligro. Fuegos de posibilidad. Fuegos de cocción, de comida alargada, futura, tragable. Fuegos de fiesta, de ceremonias, de bailes, de músicas, de tambores. Fuegos de limpiezas, depuradores, liberadores. Fuegos pasionales, internos, solitarios y compartidos. Fuegos de amor, de conquista, de romance, de nacimientos. Fuegos de aleación, de creación infinita.   

Le molestaba saber (aunque casi nunca lo pensara) todo el dolor humano que esa llama cotidiana encerraba. Fuegos de hogueras como vanos intentos de eliminación de lo individual, que siempre es colectivo. Fuegos de tortura, de hierros calientes chamuscados en pieles como marcas posesivas, propietarias, de sumisión. Fuego amenazante, disuasivo, de tragedia, de quemazón irreparable. Fuegos de calderas, de hollín en los pulmones, de asfixiantes vapores. Fuegos de enfermedad trocada por papeles que se hacen panes, techos, guisos, zapatos, un nuevo día. Fuego irreverente, de pérdida. Fuego de destrucción, de impotencia, de batalla ajena, de arma que dispara, de muerte.


El ruido de la pava anuncia el instante del final, del tiempo preciso en que esta llama se extingue como fuego circunstancial, utilitario. Sobrevive en cambio como elemento esencial, contradictorio, movilizador, como cada uno de los fuegos que crepitan en la humanidad toda.
    

No hay comentarios:

Publicar un comentario