sábado, 15 de marzo de 2014

Palabras

Todos tenemos nuestras preferidas y nuestras detestadas, las que más decimos, las que tienen épocas, las que nunca diremos, las que nos hacen recordar, las que omitimos, las que queremos olvidar.

Amadas, elegidas, odiadas, usadas, prohibidas, ajenas, memorables, omisibles, olvidables.

Todo eso pueden ser las palabras.  Y más también…


Linda buzarda le quedó después de lastrar la buseca que contenía altos niveles de perejil, de esos comestibles, bien verdes y perfumados que poco tienen que ver con los otros que - por perejiles - generalmente evitamos.  

Fue entonces que alguien dijo una paparruchada y se rió con lo poco de panza libre que le quedaba mientras dejaba un restito para el tinto que tomaba sin soda ni hielo tal como le habían enseñado.

La luz de la temprana tarde filtraba por el vidrio del vaso cada vez más vacío en el que alcanzaba a ver las partículas volando y, también, el ojete de Marta. Pero mirarlo le daba vergüenza y no quería parecer ni un salame ni un baboso, así que enseguida llevó sus ojos hacia otros lugares de la terraza. 

Se encontró con un ancho de basto arriba de la mesa que venía a querer hacer una primera y despertaba suspicacias en los restantes cinco jugadores que se preguntaban si eso sería todo o si habría más. Todavía, la ronda no había permitido que las señas pasaran de boca, ojo, cara a ojo, así que el clima se mantenía con suspenso y algún que otro reproche.  

Vio la palangana verde que estaba en el piso, conteniendo las extremidades inferiores de la Tota que estaba dándose un mimo luego de las horas que pasó parada cocinando para todos. Entonces se tocó la panza, casi como en un gesto de agradecimiento a ese sacrificio culinario. Al lado, el perro tirado al sol, descansaba y miraba a todos de reojo y de vez en cuando levantaba una oreja cuando sonaba un grito de falta envido o risas que venían de lejos.

Los nenes y las nenas corrían, algo gritaban, se peleaban y reían mientras jugaban a algo que no conocía. Otro grupo había aproximado las sillas armando una ronda que poco tenía que ver con lo circular pero que igual unía a través de la palabra, la mirada y el mate. Los restantes, se mantenían dispersos, en sus mundos o en los ajenos, como él. 

Mientras oteaba pensó que tan mal no tenía la azotea porque todavía se acordaba todas las fechas de los partidos del domingo y también las de los cumpleaños de todos los presentes. Suficiente, pensó, para seguir llenando el vaso en esta linda jornada. Y se alegró y arengó un brindis.
  
Glosario

Buzarda: dícese de la panza considerable, probablemente hinchada  y acompañada por una o dos manos (propias) que la tocan, ya que esta se encuentra saciada.

Perejil: hierba para sazonar o aromatizar comidas, de crecimiento cuasi silvestre o adjetivo aplicado a personas con características de nabo, que pagan culpas ajenas justamente a causa de su condición. 

Paparruchada: boludez.

Ojete: puede aplicarse a cierta parte posterior del cuerpo humano, que puede ser protuberante o no y que es objeto de miradas, deseos y dichos (no siempre bien recibidos). Puede utilizarse también como adjetivo para describir una situación en la que a alguien le ocurren cosas buenas sin haber hecho nada para merecerlo o a quien tiene suerte por azar.   

Salame: embutido maravilloso e irremplazable, generador de felicidad y de colesterol malo para toda aquella persona que no haya renunciado a comer carne por amor a los animales. Se utiliza también como adjetivo aplicado a personas que realizan acciones desubicadas para su contexto o que pretenden ser graciosas, sin lograrlo. 

Azotea: parte superior de un inmueble o de una persona.